
Por otro lado está Piqué, que centralizó casi en exclusividad las críticas a la defensa y al equipo. El central, ya sea por su físico o por su singular pareja, acostumbra a estar en el ojo del huracán en las noches de truenos. Personalmente me pareció injusta y desmedida tanta crítica. Es cierto que no jugó bien, más bien bastante mal, pero no deja de ser una de las piezas del engranaje. Todos estuvieron mal. Al perder el control en el centro del campo, el Barça permite al rival demasiados toques y demasiada incrusión entre la defensa y la media. Ese hecho debilita al equipo sobremanera. Sin control se producen excesivas idas y venidas que, en este caso, hicieron trizas a un central lento en el giro como Piqué. Me parece injusto centralizar la culpa en él cuando Mascherano, por ejemplo, no supo dominar el territorio Busquets. Abidal tampoco se libró, quedando descolgadísimo en el primer gol. En realidad no se salvó ninguno, al menos en la primera parte.
La segunda mitad fue diferente. Se produjo un cambio de actitud que casi lleva al equipo a conseguir una épica remontada. Sólo los árbitros y el acierto rojillo en el tercer gol lo evitaron. Es reseñable la frescura que aportaron Tello y Cuenca pero sinceramente no me pareció decisivo. El cambio de actitud fue general.

Finalmente merece la pena resaltar la bochornosa labor arbitral. No sólo por el segundo gol del Osasuna, en el que todos menos el árbitro vimos la adelantada posición de Lekic. Lo verdaderamente escandaloso llegó cuando el linier anuló un gol al Barça a instancias de los jugadores del Osasuna. Se pudo ver a los del Barcelona celebrando el gol por unos segundos, pero no, tras las protestas de los jugadores rojillos, el línea decidió anularlo. Creyó que la jugada fue legal, pero ante el miedo que produce una segura persecución mediática, decidió no dar gol unos segudos más tarde. Aún así considero mucho más grave el error cometido en el fuera de juego de Alexis, sí, ese que le dejaba solo ante el portero y que Guardiola protestó en la segunda parte con tanta vehemencia.
En esta imagen se aprecia como el línea, bien colocado, decide pitar un fuera de juego inexiste por un metro. En la jugada de la segunda parte caben dudas, en ésta no, el línea a no ser que sea ciego lo ve e invalida la acción.