lunes, 21 de junio de 2010

La megaestrella silenciosa...

    Ayer presencié un acontecimiento impresionante, de lo mejor que he visto en mi vida. Nada en en el mundo del básket se puede comparar a un Celtics-Lakers.

    Por un lado los Celtics, de Boston, un equipo formado por emigrantes de las islas británicas, irlandeses en su mayoría, que a día de hoy aún conserva ese espíritu de lucha incesante tan característico de las Inglaterras; su pabellón. el Boston Garden se convierte en un hervidero cada vez que los Lakers lo visitan; en medio de esa atmósfera pelirroja se creó hace más de 20 años el famoso cántico de la afición celta: BEAT L.A.!!! Por otro lado está Los Ángeles, de California, el extremo opuesto tanto cultural como geográfico de Masachusets, cuna del mestizaje latino de todo Estados Unidos representado a la perfección por los Lakers; ese espíritu latino amante del espéctaculo y del juego bonito fue elevado a su máximo exponente en los años 80 por Magic Johnson, Jabbar, Worthy y compañía , creando a su vez un término que describía la manera de entender el baloncesto de los angelinos, el "Show-Time".

    Volviendo al partido de ayer he de decir en primer lugar que la NBA alcanzó audiencias que no conocía desde tiempos de Jordan. La magnitud de este séptimo partido de la serie final por el anillo es evidente. Toda esta vorágine mediática que genera un acontecimiento de estas características siempre acaba pasando factura sobre los jugadores. En la pasada madrugada lo pudimos apreciar perfectamente en la figura de Kobe Bryant, el jugador franquicia de los Lakers, que acabó el partido con un pobre 6 de 24 en tiros de campo; además de Kobe, el resto de jugadores estuvo francamente desacertado en el tiro, la dureza de las defensas y las bajas en la pintura de ambos equipos contribuyeron a ello. Pero sin duda el factor determinante del desacierto general fueron los nervios, la presión y la tensión que se vivió en todo momento sobre el parqué. Desde la final de Wimbledon 2008 no recuerdo un evento deportivo con tanta intensidad. Es ahí y sólo ahí donde se diferencian los grandes deportistas de las superestrellas.

    Hablemos ahora de Pau Gasol. Antes su llegada a los Lakers, hace 2 años y medio, Kobe y compañía llevaban unos años a la deriva luchando únicamente por entrar en play-off (la octava plaza de la conferencia oeste); desde que llegó Gasol los Lakers han jugado 3 finales de 3 posibles ganado 2 anillos. Ni siquiera los 3 primeros años de la pareja Kobe-Shaq fueron tan prolíferos. En estos casi tres años Gasol se ha sobrepuesto a todo tipo de críticas, especialmente a la de su blandeza defensiva; no es fácil que un jugador como Pau se enfrenté cada día a monstruos de la genética como Garnett, Howard, Stoudamire, ... A pesar de ello y gracias a su inteligencia ha conseguido acabar con esa fama de blandito. Defensivamente se ha superado, pero sin duda alguna donde sobresale espectacularmente es en el capítulo ofensivo. Corre las contras como nadie en su equipo, dirige y asiste desde la media asistencia cuando la ocasión lo requiere, domina las cortas distancias como pocos y postea fenolmenalmente bien, elevando esos larguísimos brazos albinos, tan poco usuales en la NBA, capaces de sacar ganchos de seda que trituran el aro rival una y otra vez. Si Pau está bien los Lakers ganan, lo sabe Phill, lo sabe Kobe y lo sabe él mismo. A los Lakers no les interesan los 42 puntos de Kobe, les interesan los 25 ó 30 puntos de kobe y el 20-12-4 de Pau.

    Gasol, es muy buen jugador, eso nadie lo discute, pero fue en la noche de ayer donde alcanzó la cota de megaestrella; en el capítulo defensivo perfecto, dominó el rebote defensivo y ofensivo en todo momento y en toda la serie; ofensivamente peor, mal porcentaje de tiro hasta el último cuarto, fue ahí donde despegó, a pesar de ser un tirador discreto de tiros libres y de media distancia, en el último cuarto no le tembló el pulso y anotó todos sus tiros menos uno. Además de ello cogió el rebote más importante de la serie, Boston hubiese dispuesto de bola para empatar. A lo largo de la serie, el equipo que ha dominado la defensa y el rebote ha ganado el partido. El jugador que en el séptimo domina ambas facetas, no se lleva el MVP, el cual es entregado al jugador que ha hecho un 6 de 24. Al menos discutible dicha elección. Gasol ha acabado la serie final con 18.6 puntos por partido, 11.7 rebotes (5 ofensivos!!!), 3.7 asistencia y 2.6 tapones. Y todo ello sin hacer ruido, sin hacer ese ruido que hacen las megaestrellas, a pesar de ello considero que Gasol es sin duda una de ellas.